Todas las personas tenemos aptitudes y rasgos que nos hacen ser diferentes. En mi caso reconozco que soy especialmente vulnerable a las emociones que despierta una obra de arte y que tengo cierta capacidad para la creación artística. Ello hizo que en una fase concreta de mi vida me decidiera por la pintura.
En este momento para mí pintar es una necesidad vital. Necesito crear, modificar la realidad, transmitir mis inquietudes, vivir la emoción que supone ver como nace algo nuevo, que llega a través de mí pero que deja de ser mío para ser de todos.
Sé que pintar hoy es un reto difícil porque no basta que una misma se reconozca como pintora, sino que se necesita del reconocimiento de los demás y ello exige ser diferente, tener estilo propio, en un mundo donde parece que ya no es posible la originalidad.
En cualquier caso yo me reconozco como pintora y los demás también me reconocen como pintora.
No soy una pintora de vanguardia. Me interesa el arte de vanguardia solo como espectadora. Lo considero necesario para la apertura de nuevas vías, de nuevos caminos, pero creo que en la mayor parte de los casos el arte de vanguardia se reduce a propuestas, aportaciones, donde es difícil distinguir lo auténtico de lo que no lo es.
La pintura contemporánea, la tradición clásica y el luminismo de Sorolla son mis raíces y en esos espacios es donde trato de investigar, analizar, indagar, sacar conclusiones y cargarme de sentido.
Siempre he considerado que el dibujo es fundamental en la pintura y de hecho me emocionan las obras de los grandes dibujantes. Yo misma durante bastante tiempo me dediqué al dibujo en todas sus facetas y técnicas. Creo que el dibujo es y debe ser el soporte de la pintura. Pero no es preciso el dibujo apretado, pormenorizado y detallista, sino el dibujo firme, claro y sugerente que luego ha de sacrificarse en favor de la pintura, de la luz y del color, y que aparentemente no va a tener ningún protagonismo en la obra final.
Me interesan todos los temas, pero nunca los temas impuestos. Lo paso mal si tengo que crear una obra con un tema concreto y para un fin concreto.
Ante todo la obra que voy creando me tiene que emocionar. Creo que ahí radica la autenticidad y la verdad en la obra de arte. Y esa emoción que yo siento es la que pretendo que llegue a los demás. Considero que toda supuesta creación artística que no despierte la emoción, que no sobrecoja, no es arte.
Mi paleta es muy amplia, la gama cromática con la que trabajo es muy variada. Dicen de mí que soy muy valiente y atrevida y que hago fácil lo difícil que es armonizar todo ese cromatismo sin que existan estridencias. Dicen que mi pintura sonríe y cautiva.
Mi pintura se caracteriza fundamentalmente por el tratamiento de la luz y del color. Me interesan los colores limpios y esa inquietud que surge en ellos y en las formas cuando son impregnadas por la luz. Es ahí donde encuentro la emoción poética y estética y donde radica la fuerza seductora que trato de dar a mi obra.
No me gusta la pintura resobada. Me encanta la pincelada amplia y definitiva, la que responde a la primera intención. De esa manera consigo que mi obra tenga frescura, definición, agilidad y transparencia.
Soy muy sobria y auténtica en el manejo de materiales. Desecho aquellos que puedan confundir e incluso engañar, que puedan ser fáciles y efectistas simplemente. Busco la pureza y la nobleza en los materiales y ante todo la sinceridad, la autenticidad y la verdad.
Trabajo con diferentes técnicas: óleo, pastel, gouche, carbón y acuarela.
Por encima de todo, en cada obra procuro ser yo misma y expresarme con la mayor libertad desde el corazón.
Blanca Calderón